Durante la época colonial, una preocupación latente de los españoles fue la seguridad y la salvaguarda del honor de sus mujeres. Una de las medidas propuestas en Puebla para ello fue establecer, hacia 1606, un asilo para señoras que quedaban temporalmente solas debido a la ausencia de sus maridos. Este edificio se construyó frente a la iglesia de San Juan de Dios. El proyecto de reclusión no prosperó ante el poco entusiasmo de las esposas que se negaron a acudir a ese sitio. Así, en 1609 el edificio se destinó para recogimiento de mujeres "perdidas" obligadas a permanecer en reclusión. Posteriormente, este reclusorio fue trasladado a otro sitio
y en el edificio vacío se fundó en 1682 un colegio para doncellas y viudas pobres.
Pero ése no seria su destino final, ya que seis años después se fundó en ese mismo sitio el convento de monjas agustinas recoletas de Santa Mónica.
El monasterio sobrevivió a la exclaustración de las órdenes religiosas decretada por las Leyes de Reforma, gracias a que logró ser protegido o acaso pasar inadvertido durante más de 70 años. No fue sino hasta 1933 cuando, por algunas denuncias, el gobierno lo descubrió y las religiosas fueron desalojadas de manera definitiva. Actualmente es un museo de arte religioso.
Este recinto es digno de visitarse por su colección, en la que se incluyen piezas de arte de los conventos de Santa Catalina y Capuchinas y varias pinturas y esculturas de importante valorartístico e histórico.
El material iconográfico ahí resguardado le confiere especial valor al museo, dado que las obras de arte religioso sufrieron una particular dispersión con las reformas juaristas.
La entrada al convento es por el claustro, que posiblemente fue el de novicias. Este sobresale por su decoración barroca, lograda mediante la combinación de azulejos con ladrillo bajo cierta inspiración mudéjar. En la planta baja, por el ala izquierda de la entrada al museo, se encuentra una hermosa cocina con sus dos braseros, ambos azulejeados. Esta pieza comunica con la sala de profundis y con el refectorio. Por esta misma sección se accede a un pasillo que comunica al otro claustro, el de profesas, y a la iglesia, la cual data probablemente de fines del siglo XVII. En uno de los lados del claustro bajo se instaló la biblioteca.
Por la escalera del patio de novicias se llega a la zona de celdas y a la parte alta del claustrode profesas.
Desde allí se pasa a la sala de capítulo y a lo que pudo ser el chocolatero, lugar de esparcimiento de las religiosas al terminar de rezar el oficio divino.
La techumbre del coro alto se define por tres bóvedas. En el nicho, que está situado en el muro frontal del acceso al coro, está depositado el corazón del obispo Santa Cruz, patrón y fundador del convento. Una graciosa escalera de caracol comunica este espacio con el coro bajo, lugar donde las religiosas asistían a misa; de ahí se desciende a la pequeña cripta en cuyos muros aún se leen algunos epitafios de monjas del siglo XIX.
El exterior de la iglesia, a la que también se tiene acceso desde la calle, es muy sobrio. En la parte superior de su fachada se ven cinco emblemas de los agustinos: un corazón flechado, una mitra, un libro, un báculo y un templo con dos torres, que es una alegoría de la Iglesia católica. Este templo es muy visitado, pues resguarda una imagen del Señor de las Maravillas que es objeto de intenso culto.